Foto: PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP |
Bajo el sol abrasador, Felipe Elvira observa las ramas de los olivos que se extienden hasta donde alcanza la vista en una montaña polvorienta en el sur de España. «Estos no tienen aceitunas. Todo está seco», señala preocupado.
El olivarero de 68 años, propietario de una finca de 100 hectáreas con su hijo en Zanil, cuna del aceite de oliva en Andalucía, corre el riesgo de perder la mayor parte de su cosecha debido a la grave sequía que sufre el país.
«Estamos acostumbrados a las sequías aquí, pero no así», suspiró el hombre de 60 años con una camisa a cuadros y cabello blanco.
“Antes nos llegaban 800 litros de agua por metro cuadrado al año. Ahora nos llegan 300 o 400 litros y nada más. Las precipitaciones están disminuyendo”, lamenta.
A la cabeza de Europa frente a los efectos del cambio climático, España ha vivido tres excepcionales olas de calor desde mayo. Estos eventos debilitaron aún más la cosecha, que ya era un invierno más seco de lo normal.
“Los olivos son muy resistentes al estrés hídrico”, dice Juan Carlos Hervás, ingeniero agrónomo de la asociación agrícola COAG. Pero cuando hay mucho calor, “activan mecanismos fisiológicos para protegerse: no mueren, pero no se reproducen”, añade.
Muy malas noticias para los olivareros de la región. “En secano (sin regadío), la producción media de los últimos cinco años no llegará al 20%. También, en regadío, será del 50% o del 60%”, pronostica el técnico.
«Situación Dramática»
La retención de agua es en realidad anémica.
«El suministro de agua en Andalucía depende de la cuenca del Guadalquivir, que abastece a casi toda la región», dice Rosario Jiménez, profesora de hidrología en la Universidad Johns, «en una situación absolutamente dramática».
Según el Ministerio de Cambio Ambiental, las reservas proporcionadas por el río y sus afluentes actualmente son solo el 30% de su capacidad. El investigador describe algunos embalses como «ya agotados a menos del 10% o prácticamente secos».
Los efectos del cambio climático y sus fenómenos meteorológicos extremos han sido observados por los agricultores de la región durante años.
“Cada vez llueve menos que antes, y cuando llueve, llueve: genera mucha escorrentía, y la tierra no tiene tiempo de almacenarla”, explica Juan Carlos Hervás.
Según un estudio publicado a principios de julio en la revista Nature Geoscience, la Península Ibérica nunca ha estado tan seca como hace un milenio. El fenómeno seguirá agravándose con el riesgo de afectar gravemente a algunas plantaciones como la vid y el olivo.
Una perspectiva que puede ser devastadora en España, que produce casi la mitad del aceite de oliva del planeta, con exportaciones anuales de 3.600 millones de euros. “Muchos pueblos de la provincia dependen del olivo. Si ya no se produce, no hay muchos ingresos”, dice Hervas.
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