Un crimen contra la patria. Así calificó el presidente Lula el sábado, en Londres, para el proceso de privatización de Eletrobrás, que ocurrió en junio de 2022, último año del gobierno de Bolsonaro.
El día anterior, el Ministerio Público había acudido al Supremo Tribunal Federal (STF) para cuestionar la ley que permitía la venta de electrocutados.
El objetivo de la medida es confirmar el derecho de la federación en un voto proporcional a su participación en la empresa, la mayor energética de América Latina, propietaria de 101 usinas, privatizada por R$ 60,7 mil millones, pero con valor inferior a R $ 400 mil millones y puede llegar a 1 billón de R$, lo que proporcionó R$ 3 mil millones en ganancias netas el año pasado y alrededor de R$ 6,5 mil millones en el año anterior. Sólo en efectivo, en el momento de la privatización, la empresa, que gozaba de buena salud financiera, poseía R$ 15 mil millones.
Actualmente, debido a las reglas de privatización ahora cuestionables, aunque el gobierno federal posee el 42% de las acciones de la empresa, su voto tiene el mismo peso que otro accionista que posee solo el 10% de esas acciones.
La regla se limita únicamente al derecho de participación sindical, poseyendo el socio único acciones en un volumen superior al diez por ciento del capital social.
Además, según un dispositivo llamado «píldora venenosa» incluido en la ley, si el gobierno quiere recomprar acciones, tendrá que pagar tres veces el precio de mercado.
A raíz de la privatización, los directores de la empresa recibieron aumentos, lo que elevó sus salarios a R$ 300.000 por mes. Los consejeros recibirán un bono de hasta R$ 200.000 por participar en una reunión al mes. En palabras de Lula, «¿Cómo es posible tal cosa?»
Es claro que las reglas de la privatización empresarial causan graves daños a la propiedad y los intereses públicos y permiten la creación de una verdadera ola de franquicia incompatible con un país que todavía tiene que vivir en la pobreza extrema y aun con el regreso del hambre.
Lula prometió cuestionar la privatización de la empresa en su conjunto.
Debido al valor estratégico de la energía, debido a su dominio sobre los recursos hídricos a gran escala, tiene perfecto sentido revertir el curso de la privatización. Esta será la forma de asegurar que la nación pueda proteger y controlar bienes altamente sensibles a los intereses del país, esenciales para su soberanía, para el desarrollo industrial y para toda la economía. Cabe señalar que la energía es controlada por el gobierno en otros países, como Estados Unidos, donde el gremio posee el 73% del sector.
Las disminuciones en los estándares de calidad del servicio y los aumentos en las tarifas llevaron a la cancelación de 884 privatizaciones corporativas en el mundo entre 2000 y 2017, según una encuesta del Transnational Institute en los Países Bajos.
En Brasil, el gesto de Lula puede indicar una reversión de la onerosa privatización de Eletrobrás, como se prometió en la campaña electoral, pero también señala una reanudación del papel del Estado en el desarrollo, además de llamar la atención sobre las pérdidas resultantes de la quema de Eletrobrás. . Por muchos otros valiosos bienes del Estado, como resultado del sacrificio de generaciones, a favor de la élite. «Privacidad», como se le llamó, al servicio de los ricos.
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