Para frenar el colapso tecnológico será necesario recurrir, irónicamente, a la ayuda primitiva de los seres humanos. Sólo las manos humanas pueden realizar procedimientos técnicos primitivos prácticamente indispensables. Cosas como iniciar sesión, ingresar al modo seguro de la computadora y eliminar una línea de código que fue inyectada maliciosamente en el circuito por el software que se suponía debía protegerlo.
Cualquiera que visite el sitio web CrowdStrike sabe que un hacker puede destruir una empresa “en sólo 62 minutos”. El dueño del halcón no pudo anticipar la autoinvasión de la casa. Sólo el viernes, la empresa cayó un 11% en la Bolsa de Nueva York. Incurrió en una pérdida estimada en 9 mil millones de dólares.
Hoy, gracias al logro del fabricante Falcon, uno de los líderes en el mercado mundial de la ciberprotección, cualquier niño de cinco años es capaz de llegar a tres sencillas conclusiones en pocos minutos:
1 – La “inteligencia” de los proveedores de “ciberseguridad” se traga al propietario cuando crece demasiado, hasta el punto de descuidar las pruebas preventivas de las actualizaciones de sus sensores antivirus.
dos – Ninguna inteligencia artificial es capaz de resistir la ignorancia natural de los administradores de grandes conglomerados que confían la seguridad de su infraestructura en un único proveedor para “protegerse” contra los malvados piratas informáticos.
3 – La tecnología posmoderna de los grandes conglomerados de Internet permite controlar todo en el universo, excepto la tecnología misma.
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