¿Cómo se coordinarán las posiciones de los países BRICS en órganos como el Consejo de Derechos Humanos de la ONU? ¿Y hasta qué punto se utilizará la nueva coalición para enterrar preocupaciones legítimas sobre los abusos en uno de estos países?
En la declaración final del bloque, aprobada el jueves, diplomáticos brasileños lograron que el texto se refiriera explícitamente a la defensa de los derechos humanos y la democracia.
Pero no faltó el cinismo entre los negociadores: ¿Cuáles son los derechos? ¿y para quién? Y hasta qué punto fue sólo un gesto, sin consecuencias, para complacer a la comunidad internacional y al propio Brasil.
Ampliando, la realidad es que de once países, los BRICS tendrán siete en su red de regímenes autoritarios, frecuentemente condenados por las Naciones Unidas por graves violaciones de los derechos humanos.
Y si Brasil espera encontrar un equilibrio con la adhesión de un país que sufre una profunda crisis social, como Argentina, no compensa el peso de los saudíes o los iraníes.
Todos los indicios son claros: la represión de la disidencia es la norma entre sauditas, chinos, egipcios y etíopes. En los últimos años, estos gobiernos se han opuesto firmemente a cualquier discusión sobre la condición de la mujer, la igualdad de género o las cuestiones LGBTQI+. En diversos aspectos de los derechos humanos se acumulan las condenas contra estos líderes.
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