La política española sigue avanzando a un ritmo vertiginoso. Desafortunadamente para la salud de las instituciones democráticas, el PSOE de Pedro Sánchez no dejó piedra sin remover en el equilibrio de poder de los Acuerdos de Moncloa de 1978. Tras la larga noche franquista, los Acuerdos de Moncloa permitieron volverse hacia la sociedad española. Al contrario de lo que afirman muchos en la izquierda, estos acuerdos no deben olvidarse. Más bien fueron acuerdos alcanzados cuando aún estaba fresco el recuerdo de lo ocurrido en la guerra que desembocó en el franquismo. No entierres el pasado cuando quieras olvidar. Queda enterrado cuando una generación entera recuerda bien lo que pasó y quiere asegurarse de que sea menos probable que vuelva a suceder. Lamentablemente, desde la embajada de Sabatero (ver, por ejemplo, la Ley de Memoria Histórica de 2007), y siguiendo los vientos del tiempo internacional, tanto la izquierda como la derecha han decidido politizar el pasado y convertirlo en un arma.
El sabor del equilibrio político en España, especialmente en su capacidad para acomodar las tensiones de las divisiones entre el centro y la periferia, garantiza que cualquier cambio debe realizarse de manera inclusiva, asegurando que refleje los deseos de la mayoría de la sociedad. No sólo una sección, independientemente de su importancia. Repensar las reglas del juego es natural en una democracia e incluso una fuente de vitalidad para la sociedad. Sin embargo, los cambios que se están produciendo en España son fruto de la necesidad de supervivencia de dos actores políticos, uno colectivo y otro: el independentismo catalán y Pedro Sánchez. Las consecuencias son graves y los resultados son visibles a medio y largo plazo cuando hay una reacción de las fuerzas centralistas más extremas.
En primer lugar, cuando perdió las elecciones de 2023, Sánchez logró asegurarse una mayoría política para formar un gobierno basado en una lógica de negociación completamente normal en las democracias parlamentarias. Sin embargo, la amnistía catalana nunca debería haberse hecho en el contexto de la formación de gobierno. En lugar de ello, se debería haber hecho un gran pacto que involucrara a los dos partidos principales y disipar el espectro de que las concesiones se hicieron sólo en nombre de una visión para el país. El acuerdo elaborado por el PSOE, Junts y ERC se vendió como una reconciliación nacional entre separatistas y centristas. Sin embargo, la armonía es sólo un misterio. Una reconciliación significaría que ambas partes acordarían un nuevo equilibrio de poder y pasar página: los actores políticos involucrados en un fallido intento de traición en Cataluña en 2017 recibieron amnistía a cambio de paz política y están esencialmente en problemas. Una idea de encuesta en el cajón. El problema con esta ley es claro: la ley de amnistía fue aprobada, sin embargo, las demandas de los libertarios se mantuvieron sin cambios. Basta escuchar el discurso de Puigdemont en Barcelona la semana pasada para comprender que el ala extrema de los libertarios no se ha acercado ni un ápice al espíritu de amnistía. ¿Alguien habló de reconciliación nacional?
En segundo lugar, la solicitud de amnistía implicó una violación muy grave y flagrante de la separación de poderes. En todas las democracias existe una clara separación de poderes entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Esta separación tiene un propósito claro: los poderes se vigilan mutuamente y cuando uno de ellos toma una decisión o intenta imponer la tiranía de la mayoría, los demás deben garantizar que la decisión está dentro de la ley. – Estructura institucional del país.
El argumento esgrimido por el PSOE y los independientes es similar: se ha aprobado una amnistía que todos, incluido el poder judicial, deben obedecer. Cualquiera que desobedezca los términos precisos y precisos de la ley es un actor al servicio de la extrema derecha. Continúa el argumento de que el poder judicial no Por ley e instrumentalizada por grupos de jueces dominados por la extrema derecha. Debemos ser claros: el hecho de que el Poder Judicial apruebe una ley en el Parlamento –aunque vaya en contra de normas constitucionales– es típico de países que atraviesan una erosión democrática avanzada. En todos los países existen procesos institucionales que regulan cómo se puede anular el poder judicial, generalmente por mayorías en el poder legislativo. Sin embargo, la ley que aprobó la amnistía fue el resultado de una coalición de mayoría simple en la cámara baja de representantes y una mayoría en contra en la cámara alta. Los puntos de veto existen en todos los regímenes políticos precisamente para evitar la tiranía de la mayoría y garantizar que ningún gobierno pueda cambiar las reglas del juego fácilmente y sin un amplio consenso en la sociedad.
En tercer lugar, siguiendo hablando de erosión democrática, el cambio propuesto en el Tratado de Inversiones de Salvador Illa como presidente de la Generalitat, en la práctica, constituye un cambio constitucional implícito y, naturalmente, una práctica institucional más radical. En 1978, cuando se definió en la constitución el equilibrio de poder entre el centro y la periferia, Navarra y el País Vasco negociaron la autoridad para recaudar todos los ingresos fiscales (de individuos y empresas), cediendo una parte al gobierno central para que contribuyera. Para una combinación de elementos como defensa y asuntos exteriores. Sánchez coincidió con el ala izquierda del Partido Republicano Catalán en que en 2024, el poder de recaudar impuestos pasaría a ser responsabilidad exclusiva de la región. Cataluña, por supuesto, contribuirá a los bienes colectivos y a la solidaridad entre regiones. Sin embargo, a diferencia de 1978, donde la definición de devolución fue aprobada por mayoría en el Congreso y luego, por voto popular, este cambio en la función central del Estado se produciría mediante un acto de mayoría simple de una mayoría moderada. Además, el partido principal ni siquiera ganó las elecciones. Las implicaciones políticas e institucionales son mucho más serias y profundas. Las supermayorías existen para asegurar que cambiar las reglas del juego reciba el apoyo de una porción significativa del electorado, al tiempo que garantiza que ninguna mayoría cíclica cambiará las leyes a voluntad, como es difícil de lograr.
La erosión de la democracia en España es grave. Sé que la democracia, la integridad institucional y el Estado de derecho son un tigre de papel cuando la izquierda está al mando. Sin embargo, se debe prestar más atención a lo que sucede al lado.
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