(J.R.Guzzo, Publicado en O Estado de S. Paulo el 13 de julio de 2024)
El gran problema del Mercosur, cuando se miran de cerca los hechos de la vida, es que el Mercosur no existe. Aparte de eso, todo está bien. Altos funcionarios del gobierno continúan celebrando reuniones cumbre, viajando de un lado a otro y dedicando tiempo a hablar con periodistas especializados en temas sudamericanos. Pero todo este teatro, después de más de treinta años de intensa simulación de actividad en Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, aún no ha producido ni una sola empanada rara para el ciudadano que paga la cuenta. Los analistas siguen tomando en serio al Mercosur, o fingen hacerlo. Pero no hay nada serio en el Mercosur y nunca lo habrá.
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Después de 33 años de conversaciones, mesas redondas y negociaciones a nivel alto, medio y bajo, lo único que el Mercosur ha podido producir en la práctica hasta ahora es un cambio de matrículas y un nuevo pasaporte con la palabra “Mercosur”. Nadie, en ninguno de los cuatro Estados miembros, sintió la necesidad de tener una matrícula diferente. Aún no se ha podido descubrir cuál es la ventaja de tener pasaporte de que, además de ser brasileño, eres del Mercosur. ¿Y el? Todos somos todavía del Tercer Mundo y ningún Celso Amorim es capaz de resolver este problema, ni la política exterior “arrogante” que imagina el presidente Lula. Más allá de estas tonterías, y poco más, el Mercosur no hizo nada que debería haber hecho: crear un mercado común funcional entre los países miembros, con aranceles racionales, libertad económica y la oportunidad de actuar como un verdadero bloque comercial para el mundo.
Al final, no es más que una falsificación clásica de un país atrasado que intenta imitar a un país desarrollado. Copian sellos que les parecen bonitos, pero no quieren copiar nada necesario para escapar del atraso. El resultado es que algunos tienen un mercado común europeo, con una moneda única, progreso y comercio bidireccional sin impuestos a las importaciones. Otros tienen el Mercosur. Itamaraty y la religión del “Sur Global” se enferman cuando se les presenta este tipo de verdad. Su argumento básico es que las exportaciones brasileñas a los socios del Mercosur han aumentado significativamente desde la fundación de la entidad en 1991 hasta la actualidad. No es un argumento. En 1991, las exportaciones de Brasil al mundo ascendieron a 9.500 millones de dólares; es cierto, menos de 10.000 millones de dólares. El año pasado, Brasil exportó 340 mil millones de dólares, 35 veces más. En otras palabras: sería imposible no vender más al Mercosur –o a la Cochinchina–. El chiste final es la inclusión de Bolivia en el grupo. ¿Cómo puede mejorar algo con Bolivia? No puedo.
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