En Barcelona, entre «compañeros» socialistas, Antonio Costa empezó a hablar en catalán y pronto pasó al castellano para agradecer el premio a los valores europeos que le ha concedido este sábado. En un momento en el que el primer ministro portugués recordaba el legado de su gobierno y esbozaba sus prioridades para Europa, Costa se prepara ahora para iniciar una nueva etapa de su carrera política, cuyo rumbo aún está por verse. Él había tomado.
Después de enumerar lo que, según él, eran los logros de los administradores socialistas en Portugal y España, destacó «la promoción de la igualdad entre hombres y mujeres y la lucha contra la discriminación de las personas por su orientación sexual e identidad de género». «Austeridad», «el crecimiento económico se acelera y al mismo tiempo se consolidan las cuentas públicas», sin olvidar la caída del desempleo, el «incremento histórico del salario mínimo» y las respuestas a la pandemia y a la crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania.
Pero, más relevante que el pasado, Antonio Costa quiso fijar prioridades para el futuro de la UE. Los desafíos de los actuales líderes socialistas ibéricos comenzaron a compararse con los que enfrentaron Mario Soares y Felipe González cuando ingresaron a la entonces Comunidad Económica Europea.
Una Europa, dice Antonio Costa, «bajo el ataque de la derecha populista, pero también de la derecha democrática que se deja condicionar por el populismo». Europa se compromete a «ampliar y profundizar el proyecto de integración europea para garantizar la paz».
Recordó la importancia del Tratado de Lisboa, que entró en vigor en 2009. Los nuevos poderes legislativos para el Parlamento Europeo lo colocan en pie de igualdad con el Consejo de la UE en la toma de decisiones de la UE.
Una Europa marcada por la ampliación, defendida por Antonio Costa, debe crecer y no perder más miembros. «No queremos más», afirmó, refiriéndose al abandono del Reino Unido tras el Brexit y defendiendo la expansión «no sólo a Ucrania, sino también a los Balcanes Occidentales». Estableció las condiciones necesarias para alcanzar este objetivo: «Para que una nueva ampliación vuelva a tener éxito, debemos reformar Europa, su estructura institucional y presupuestaria».
A lo largo de su discurso, el primer ministro portugués reforzó la idea de una Unión Europea a diferentes velocidades pero con recursos para «responder a la ambición de sus políticas». Y apuntando directamente a la retórica nacionalista, Costa dijo: «Cuando nos enfrentamos a una crisis, no necesitamos más interés nacional, sino más solidaridad».
En particular, según Costa, Europa está «perdiendo peso» y por tanto necesita reconocer la necesidad de «socios y amigos», por lo que cree que Portugal y España desempeñarán un papel importante. La historia de los dos países: «Nuestras relaciones con los países vecinos de África y América Latina, con los países de habla portuguesa y española: estas conexiones económicas, culturales y políticas nos permiten ampliar las fronteras de la Unión Europea».
Y, siguiendo las exigencias de los agricultores gallegos, defendió la importancia del acuerdo entre la Unión Europea y el bloque económico Mercosur (Mercado Común del Sur), frente al que defiende el Gobierno francés de Emmanuel Macron: «Nosotros podemos. No». No los dejes.»
Antonio Costa concluyó con una nueva nota sobre los partidos populistas: «Ésta es la gran diferencia, los populistas se alimentan del miedo, los socialistas alimentan a Europa de esperanza». Un discurso con una sonrisa resonó en Barcelona, »Grindola, Vila Morena».
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